El reino Suevo de Galicia
Bienvenidos a esta primera entrada en el blog de nuestro grupo donde os hablaremos sobre el Reino Suevo de Galicia. Pero primero de todo, ¿qué es el reino suevo de galicia y cómo se formó? Y lo más importante, ¿cómo evolucionó y cómo terminó?
Pues el Reino suevo, como su nombre indica, fue una extensión de terreno controlado por el pueblo Suevo que llegó a la península ibérica junto con los pueblos alanos y vándalos sobre el año 407. Al principio, estes pueblos saquearon y robaron a los habitantes de las provincias romanas de la península ibérica y no fue hasta dos años después que estos tres pueblos decidieron asentarse en algunos de estos territorios repartiéndoselos de forma que cada uno tuviera el suyo. Los alanos se quedaron con la zona correspondiente a Lusitania y Cartago, los vándalos la zona Bética y central de la Gallaecia, dejando a los suevos la zona costera de Gallaecia. En 419, surgió un conflicto entre los suevos y los vándalos motivado probablemente por la pobreza de las tierras que les habían correspondido a estos últimos, cuyo número se había incrementado con la incorporación de grupos dispersos de otros vándalos y alanos derrotados por los visigodos. Así los suevos se vieron cercados en los montes Nerbasios, de localización desconocida, y solamente les salvó de ser completamente aniquilados la intervención de un ejército imperial al mando del comes Hispaniarum Asterio. Sin duda el gobierno imperial estaba interesado en impedir una supremacía de la agrupación popular entonces más poderosa, los asdingos, además el número mucho menor de los suevos representaba un peligro de momento secundario.
Tras el abandono de Hispania por los vándalos, los suevos intentaron extender su influencia fuera de la Gallaecia, sobre las otras provincias de Hispania, más ricas y urbanas. Sin embargo sus acciones se limitaron al saqueo y al pillaje y no lograron consolidar el dominio de ningún territorio fuera de la Gallaecia, e incluso dentro de ella muchas zonas escapaban a su control que se circunscribía a la mitad suroccidental de la provincia. Esto era debido fundamentalmente a su escaso número en relación con la población total. Se estima que los suevos no sobrepasarían las 25.000 personas, mientras que la población galaica hispanorromana rondaría las setecientas mil. Para estos años Hidacio, un obispo historiador de la época, nos señala minuciosamente las continuas escaramuzas entre los suevos y la población provincial, en una relación interminable de saqueos y acuerdos de paz que se rompían con facilidad. El propio Hidacio negoció en 433 con el rey suevo Hermerico un acuerdo para alcanzar la paz, pero ésta no se lograría plenamente hasta cinco años después con el acuerdo suscrito por el rey con la aristocracia galaica.
| Hermerico, el Rey Suevo |
Con el rey Requila el reino suevo alcanzó su mayor expansión. En 438 encabezó una campaña contra la Bética donde derrotó a orillas del río Genil a un ejército organizado por la aristocracia local. En los dos años siguientes ocupó Augusta Emerita (Mérida), capital de la Lusitania, y Mértola y en el 441 logró entrar en Sevilla, la capital de la Bética. Esta última conquista debió permitirle extender su influencia incluso por la Cartaginense. En esos momentos, principios de la década de los cuarenta, tan solo la Tarraconense se mantenía bajo el estrecho control imperial, muy posiblemente con la ayuda de tropas de foederati visigodos.
En 446 un ejército de «federados» visigodos al mando de un magister utriusque militiae llamado Vito fue derrotado por los suevos cuando intentaba recuperar la Bética para el Imperio. Dos años después moría Requila al que le sucedió su hijo Requiario (lat. Rechiarius). Este intentó en primer lugar fortalecer el reino suevo para lo que intentó un acercamiento al reino visigodo de Tolosa de Teodorico I casándose con una princesa visigoda. A su vuelta de la corte visigoda apoyó una nueva revueltaque había estallado en la Tarraconense, sumándose al saqueo y al pillaje. La revuelta bagauda fue finalmente reprimida por el un ejército visigodo al mando de Federico, hermano del rey Teodorico II. En cuanto a los suevos firmaron en 453 un acuerdo con un representante del Imperio, el comes Hispaniarum Mansueto, para poner fin a sus incursiones en la Tarraconense.
En 456, el rey visigodo Teodorico II inició una gran campaña militar para extender el reino visigodo de Tolosa hacia Hispania lo que llevaría a enfrentarse al creciente poder del reino suevo. Por su parte Requiario había reiniciado los saqueos por la Cartaginense y la Tarraconense dando por roto el pacto de 453 a causa de la muerte del emperador, y haciendo caso omiso de las protestas presentadas por sendas embajadas de Avito y de Teodorico II. Así el 6 de octubre de 456 tuvo lugar una gran batalla a orillas del río Órbigo entre el ejército visigodo comandado por el propio Teodorico II, detentando la autoridad que le había conferido el emperador, y el ejército suevo. El resultado de la batalla del río Órbigo fue una gran derrota para los suevos que vieron como a continuación su capital Braga era ocupada por los visigodos y su rey Requiario era apresado y ejecutado en Oporto. En su lugar Teodorico II nombró un gobernador de nombre Agiulfo y a continuación se dirigió a Mérida, donde conoció la muerte del emperador Avito. Teodorico II volvió precipitadamente a la Galia, pero dejó un ejército en Hispania que se apoderó y saqueó diversas localidades de la Meseta superior como Astorga, Palencia y el castrum de Coyanza (Valencia de Don Juan).
En 457 Agiulfo, el gobernador nombrado por Teodorico II, se rebeló contra este, pero fue derrotado y muerto. En este contexto se produjo un rebrote de la resistencia sueva formándose varios grupos cuyos líderes se enfrentaron entre sí por la jefatura del antiguo reino: primero, Maldras y Framtán, y luego Requimundo y Frumario —Requimundo, cuya base de dominio se situaba en la zona occidental de la Galecia, defendía una política de amistad con el poder visigodo y con el Imperio, mientras que Frumario, cuyos apoyos se encontraban en la Gallaecia meridional e interior, era contrario a cualquier acuerdo—. Teodorico II reaccionó enviando a la Galecia un ejército mandado por un comes visigodo, Sunierico, y el magister militum del nuevo emperador Mayoriano, Nepociano, que atacó Lugo, y se apoderó en el 460 de Santarem en la Lusitania. Cuatro años después moría Frumario por lo que el reino suevo quedó bajo la autoridad de un único rex, Requimundo, que fue reconocido por el rey visigodo. A partir de entonces Teodorico II mantuvo una especie de supremacía sobre el nuevo reino suevo unificado cuya consecuencia principal fue la conversión del rey Rechimundo al cristianismo arriano y la de otros muchos suevos.
Requimundo intentó acabar con la tutela visigoda y para ello inició un acercamiento con la aristocracia galaica y del norte de Lusitania, que dio como resultado la entrada pacífica del rey suevo en Lisboa en 468, plaza que le fue entregada por la nobleza de la ciudad dirigida por un tal Lusidio, y ello a pesar de que en la primavera de ese mismo año los suevos habían saqueado Conimbriga. Hidacio recoge este cambio de actitud de la antigua aristocracia senatorial romana respecto de los suevos —debida a la eficacia cada vez menor del poder imperial para defender sus intereses—, pero desgraciadamente su Chronica se interrumpe en el año 469 y no volveremos a tener noticias del reino de los suevos hasta la segunda mitad del siglo siguiente.
Entre 469 y 550 hay una laguna histórica debido a la ausencia de fuentes y tan solo conocemos el nombre del rey Teodemundo. Así pues sobre este periodo solo caben las hipótesis. La más extendida entre los historiadores es que durante estos ochenta años, de los que carecemos de noticias, el reino suevo se consolidó en el noroeste de la península como entidad independiente y en su seno se produjo la paulatina integración de la población germánica con la galaicorromana. Esto último estaría corroborado por el único documento anterior al 550 que nos ha llegado sobre el reino suevo. Se trata de una carta enviada por el papa Vigilio al metropolitano de Braga, Profuturo, en 538, en la que se observa la plena libertad de la que gozaba la Iglesia católica que era la de los galaicorromanos en un reino confesionalmente arriano: «su jerarquía episcopal puede comunicar libremente con el exterior, edificar iglesias, tratar de parar la conversión al arrianismo de antiguos católicos, así como hacer proselitismo de su credo», afirma Luis A. Gómez Moreno. Este mismo historiador señala que la integración entre ambos sectores dirigentes del país (suevos y aristocracia galaicorromana) pudo desarrollarse, a lo que parece, en un clima esencial de paz exterior. El aislamiento geográfico de las tierras centrales del reino suevo, y su relativa pobreza, constituían ya una inmejorable base de sustentación para dicha paz exterior, que ahora, además, se veía favorecida, desde finales del siglo V, por la creciente debilidad de su gran rival en la Península: el reino visigodo.
Por otro lado, a finales del siglo V y principios del VI, contingentes de población celta procedentes de Gran Bretaña y huyendo de las invasiones anglosajonas se instalan en la costa lucense, aproximadamente entre el río Eo y la ría de Ferrol. Esta población se organizó en torno a una diócesis propia con sede en Britonia, lugar que los expertos identifican habitualmente con la actual parroquia de Santa María de Bretoña, ubicada en el municipio lucense de Pastoriza. Su relación con los asuntos del reino queda atestiguada por la participación de su obispo Mailoc en el Primer concilio de Braga de 561 y en el Segundo concilio de Braga de 572.
A partir del año 550 el reino suevo reaparece en las fuentes, concretamente en las crónicas del franco Gregorio de Tours y del visigodo católico Juan de Biclara —de los que posteriormente tomará sus datos Isidoro de Sevilla—, pero la información que aportan solo se refiere a los acontecimientos del reino que afecten a la Galia merovingia y al reino visigodo. Una información más amplia, aunque restringida al campo eclesiástico, nos la proporcionan las actas del Primer concilio de Braga de 561 y del Segundo concilio de Braga de 572 y los escritos de Martín Dumiense.
Además de esta explicación de historia, también hablaremos de un resto encontrado de este pueblo suevo que nos explica un poco como eran en esa época.
El Hombre de Osterby es el cráneo de un hombre de la Edad del Hierro, encontrado en 1948 en Schleswig-Holstein (Alemania).
El pelo perfectamente conservado de la calavera luce un elegante trenzado enroscado sin el uso de un sujetador, en un estilo de la Edad de Hierro denominado nudo suevo. El historiador romano Tácito escribió que los hombres libres que pertenecían a un grupo llamado suevo llevaban el cabello de esa manera, y que los guerreros jóvenes de otras tribus germánicas copiaron el estilo. ‘‘Así visten cuando van a guerrear –escribió Tácito–, y decoran sus cabezas para aumentar en estatura y terror a los ojos del enemigo’’.
El cráneo fue descubierto el 28 de mayo de 1948, envuelto en una capa de piel de ciervo en una ciénaga de Schleswig-Holstein, en el norte Alemania. Los investigadores del Landesmuseum de Schleswig examinaron la cabeza y determinaron que pertenecía a un hombre de entre 50 y 60 años de edad.2 Se apreció que la cabeza del hombre de Osterby no solo fue decapitada, sino había sido golpeada por un instrumento cortante.
Originalmente, el color del cabello hubiera podido ser rubio (con algo de gris), pero las aguas del pantano lo convirtieron en un espectacular tono rojizo.
Recientes análisis efectuados al cráneo revelaron que el hueso de la mandíbula no pertenece a la calavera. El cráneo se conserva en el Landesmuseum de Schleswig-Holstein, Alemania. Y eso es todo por hoy, la siguiente publicación será sobre los visigodos en Galicia.
Entrada realizada por: Carmen María
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